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Inma Aguilera: “La Exposición Iberoamericana dio esperanza a Sevilla”

Inma Aguilera: “La Exposición Iberoamericana dio esperanza a Sevilla”

A principios del siglo XX Sevilla no lucía como ahora. No era ese destino deseado por los turistas de todo el mundo. Esta ciudad vivía uno de sus peores momentos, pero el anuncio en 1909 de que albergaría la Exposición Iberoamericana lo cambió todo. Y esa transformación está asociada a un hombre sin el que no podemos entender la Sevilla actual, Aníbal González. Este arquitecto realizó su obra maestra con la Plaza de España, pero también son de su autoría construcciones tan destacadas como la Casa Laureano Montoto o el Museo Arqueológico. Pero todo no fue idílico con la Exposición Iberoamericana: tuvieron que pasar casi dos décadas hasta que por fin se inauguró, el 9 de mayo de 1929. Esta celebración fue efímera: Aníbal González murió unas semanas después, Alfonso XIII —uno de los impulsores de este evento— dejó de ser rey al poco tiempo, y en octubre de ese año España y el resto del mundo vivieron una de las peores crisis económicas de la historia, el crack del 29. Después del enorme éxito de La dama de La Cartuja (Ediciones B), Inma Aguilera regresa a Sevilla con La pintora de la luz para contarnos cómo era esa ciudad en 1900 y cómo fue la gestación de la Exposición Iberoamericana.

Hablamos con Inma Aguilera de cómo transformó a varios personajes de Victor Hugo en sevillanos, de Alfonso XIII convertido en tenista en los Alcázares y acerca de su pasión por los archivos.

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—Con sus primeros libros, El aleteo de la mariposa y El excéntrico señor Dennet, ya recibió premios y tuvo buenas críticas, pero lo que ocurrió con La dama de La Cartuja le hizo subir a otro nivel. ¿Cómo ha procesado todo este éxito?

—Con mucha alegría y mucha gratitud porque, como llevo tiempo metida en esto, aunque sea con otros géneros literarios, sé que es un mundo difícil. Hay mucha gente que también tiene el sueño de dedicarse a escribir. Ha sido una sorpresa haber calado en la gente con una novela histórica, que me parece un género muy difícil. Tengo mucha curiosidad por saber adónde me lleva todo esto, cómo va a ser esta nueva etapa de mi vida. Es un gran aprendizaje.

—¿La idea era escribir solo un libro y la continuación surgió por él éxito de esa primera novela o ya había un plan maestro trazado para escribir una serie de La Cartuja?

"La dama de La Cartuja es un libro que me salió de las entrañas; es una obra muy sentimental porque surgió muy de dentro de mí"

—No hubo plan maestro (risas). La dama de La Cartuja es un libro que me salió de las entrañas; es una obra muy sentimental porque surgió muy de dentro de mí. La pensé como una novela autoconclusiva y, de hecho, lo es. Sí que es cierto que había una protagonista con mucho potencial que se me quedó dando vueltas en la cabeza. Cuando iba a Sevilla a documentarme, pasaba mucho por la Plaza de España, y fue en ese proceso cuando me di cuenta de que su construcción no le pillaba tan lejos a Trinidad. La pintora de la luz surgió después de haber escrito la primera novela, gracias a esos misterios que tiene la literatura.

—Usted define la plaza de España como “un paraíso de azulejo”. El desafío que afronta la protagonista en la nueva entrega no es baladí: participar en la construcción de uno de los lugares más icónicos de Sevilla.

—Ha sido un desafío considerable para la protagonista y para mí. Cuando comencé con esta historia, me dio mucho vértigo porque me pareció un tema muy complicado de abordar: el origen de esta plaza está en 1909, el concurso del anteproyecto es de 1911, comienza su construcción en 1914, al inicio de la Primera Guerra Mundial, y luego un montón de retrasos hasta su inauguración en 1929. El trabajo que realicé para la tesis doctoral me sirvió para acotar y no irme por las ramas. Debía comprender cuál era el periodo de la construcción de la plaza de España que era más interesante para mí, y enseguida me di cuenta de que era la etapa del concurso. Al darme cuenta de que no tenía que abarcarlo todo me quedé más tranquila. No era necesario subir hasta la punta de la Torre Eiffel, podía quedarme en un piso intermedio para tener unas vistas maravillosas. Intento ser ambiciosa con mis libros, pero sabiendo hasta dónde puedo llegar.

—Aníbal González ha sido todo un descubrimiento. El Gaudí de Sevilla. Un personajazo.

"Aníbal González ha sido el gran descubrimiento de esta historia"

—Sí. Personajazo. (Piensa) Yo no soy historiadora, vengo del mundo de la comunicación. Cuando escribo sobre un personaje histórico lo hago con cuidado y con respeto. Al igual que me ocurrió con Carlos Pickman en La dama de la Cartuja, enseguida sentí una enorme admiración por Aníbal González. Este arquitecto nació en una familia humilde y luchó mucho para ser el primero de su promoción en Madrid. A su vuelta a Sevilla, tuvo claro que tenía que impulsar una arquitectura en la que Sevilla defendiese su identidad. Aníbal se implicó mucho en la vida de los ciudadanos de Sevilla, que en aquel momento lo estaban pasando realmente mal. He querido reflejar eso y también su paz interior, su elegancia, su extravagancia… Aníbal González ha sido el gran descubrimiento de esta historia.

—Su primo hermano era también un importante personaje de la época: Torcuato Luca de Tena, director de ABC y que fue vocal del Comité Ejecutivo de la Exposición Iberoamericana de Sevilla.

—Era muy tentador incluirlo en el libro. Torcuato estaba en Madrid por su vinculación con el periódico pero, como buen sevillano, se implicó muchísimo con la Exposición Iberoamericana; estuvo metido en el comité ejecutivo. Al estar Aníbal en mi novela me parecía muy pertinente incluir también a Torcuato Luca de Tena y hacerlos interactuar.

—Aníbal murió sin dinero y con deudas. Tuvieron que poner dinero los sevillanos para que su viuda no se quedara en la calle.

—Su mujer decía: “Mi marido construirá casas para todo el mundo menos para él mismo”. Y es cierto, porque Aníbal vivió de alquiler durante toda su vida. Más que importarle el dinero, lo que le motivaba era una ambición artística personal. Cuando él murió, su familia lo pasó muy mal. El pueblo de Sevilla se movilizó y se consiguieron fondos para construirles una casa que es muy famosa en la ciudad.

—Esos primeros años del siglo XX, en los cuales se centra la acción, los de la preparación del proyecto de la exposición sevillana, fueron muy convulsos; es la época de la lucha obrera.

"Más allá de ser un escritor colosal, Victor Hugo fue un cronista maravilloso de su época"

—Todos esos problemas son los que darán lugar a la Semana Trágica de Barcelona. Entre la clase obrera había una precariedad muy grande desde el comienzo del siglo XX. Me pareció acertado hablar en esta novela de la fábrica de San Juan de Aznalfarache y contar cómo mucha gente del campo fue hasta la ciudad con la promesa de trabajar en la industria, pero no pudo lograrlo. Ese germen de descontento derivó en la creación de movimientos liderados por los primeros activistas, obreros sin formación académica, pero que enseguida asumieron los manifiestos y discursos anarquistas. Estos trabajadores que eran analfabetos se convirtieron en autodidactas.

—”El amor no tiene término medio: o pierde o salva. El destino humano está encerrado en este dilema”. Entiendo que no es casual esta cita de Victor Hugo al principio de su novela.

—No es casual. Conocí tarde a Victor Hugo, pero Los miserables me ha calado muchísimo. Más allá de ser un escritor colosal, Victor Hugo fue un cronista maravilloso de su época. Tanto esos “miserables”, las personas de la escala más baja de la sociedad, como el protagonista, Jean Valjean, aceptan un sufrimiento que los lleva al extremo. Me pareció que esa historia conectaba muy bien con lo que ocurría en la Sevilla de la primera década del siglo XX. Francia ha sido siempre el germen de la revolución. Francia es la revolución (risas). Yo quería tener mi Enjolras en la novela, que es Nicolás, y que hubiera también un Gavroche, que al avanzar la narración cambia físicamente y también por dentro. También he jugado mucho con Alicia y el País de las Maravillas. Trinidad es Alicia y se va a encontrar con el gato…

—Lleva ya bastantes novelas. ¿Trece? 

—Escritas trece, publicadas cuatro.

—Había leído por ahí lo de las trece y no me salían las cuentas.

—Es que me preguntaron qué sentía cuando me llaman revelación, y yo dije que me han descubierto después de mucho trabajo, después de escribir trece libros.

—Hablemos de esas cuatro. ¿En qué género se siente más cómoda, escribiendo ciencia ficción o novela histórica?

"Ahora, al escribir para un público numeroso, es diferente: escribo pensando en los demás"

—Estoy aprendiendo mucho escribiendo novela histórica. Como autora soy joven, por lo que tengo que mejorar, aprender… Creo que la evolución en los géneros en mi escritura ha sido producto también de la evolución en mis lecturas. También es fruto de mis ambiciones personales: al principio escribía para mí y hacía mucha experimentación. Ahora, al escribir para un público numeroso, es diferente: escribo pensando en los demás. Esto no quiere decir que ahora sea un proceso más cómodo; a mí me gusta ponerme muchos retos a todos los niveles. La ciencia ficción es interesante para elucubrar hacia dónde nos lleva la vida, pero en este momento la literatura histórica es la que se me hace más fácil.

—Por su formación académica, me imagino que disfrutará mucho durante el proceso de investigación. ¿Cómo ha sido?

—Me he divertido como una niña chica (risas). Es que yo soy muy Sheldon (The Big Bang Theory), muy ratita de biblioteca. Me lo he pasado de maravilla. Me encanta dedicarme a buscar ese dato curioso para conseguir una escena interesante. Por ejemplo, descubrí que la primera pista de tenis se construyó en los Reales Alcázares de Sevilla al ver una foto de Alfonso XIII vestido para jugar a este deporte. También recuerdo cómo al buscar en el Archivo de Sevilla, al sacar varios rollos que me interesaban sobre la exposición, descubrí unas actas del comité en el que estaban reflejadas las peleas entre Torcuato Luca de Tena y el conde de Urbina por los sueldos que iban a recibir. Soy adicta a rascar y rascar hasta que consigues ese dato diferente.

—Terminamos. Cartuja la loza y Triana el azulejo. ¿Por dónde va a continuar?

—No sé si en algún momento voy a retomar todo este mundo. Me lo he pasado muy bien. Desde que empecé a escribir, siempre me han atraído los retos. Creo que ha estado bien hacer dos novelas sobre esta temática —esa segunda era muy necesaria; se lo debía a Sevilla—, pero quiero que la inspiración me lleve por otros caminos para seguir sorprendiendo a mis lectores.

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