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La fiel infantería del periodismo

La fiel infantería del periodismo

Esa cronista que está montando guardia desde hace tres horas frente a una puerta cerrada para conversar medio minuto en un pasillo con un alto funcionario de Balcarce 50; ese redactor laburante e infatigable que hace magia para utilizar las internas gubernamentales y conseguir que un burócrata político de tercer orden confiese la verdad sobre una negociación o un estado de ánimo; esa reportera a la que nadie le pide autógrafos por la calle y que intenta reconstruir los secretos de una semana crucial en un palacio donde todos están muertos de miedo y seguros de que los servicios tienen pinchados sus teléfonos; ese noble “enviado especial” o destacado al uso que lucha contra la “carne podrida” y los “globos de ensayo” en un reino de mutismos obligados, operaciones y camelos; ese investigador al que le bloquean todos los accesos y ante quien no se sienten en la obligación institucional de rendir cuentas, y aun así sigue adelante y logra rasgar un poco el velo de la impunidad. Esa es la fiel infantería del periodismo argentino, la que nos salva cada día de la negación o la ignorancia, nos cuenta por entregas la trastienda del relato oficial y nos provee de datos valiosos que nos permiten a los meros comentaristas de la actualidad conectar asuntos y sacar conclusiones siempre provisorias. ¿Es inmune al error esa noble infantería? Obviamente que no. Nadie lo es. No llega indefectiblemente a la verdad intramuros, sino a una aproximación más o menos ajustada de ella. Me refiero a la verdad que el poder siempre pretende ocultar de la opinión pública: sus pecados, enjuagues y torpezas; sus puestas en escena. Ninguno de esos honrados soldados rasos de la información es rico ni famoso: participa secundariamente de la radio o la televisión, y no forma parte de la primera línea del sistema de medios, que ante el ataque masivo más virulento que ha recibido este bendito oficio, y salvo honrosas excepciones que confirman la regla, ha decidido fingir demencia y seguir con el show oficialista y actuar a veces como esa víctima golpeada que justifica al golpeador. Si uno sigue con paciencia y detenimiento, si uno aprende a leer a aquellos verdaderos héroes periodísticos, a esa tropa sin énfasis ni glamour que está en el territorio cada semana, se entera de muchas cosas valiosas e inquietantes, y puede atar cabos: son nuestros ojos y nuestros oídos en la realidad cerrada a cal y canto del poder. Es por eso que ciertos amigos del Presidente piden desesperadamente que la gente no lea los diarios o los sitios serios de noticias. Jorge Milton Capitanich pedía lo mismo.

"El populismo de derecha tiene similitudes con el populismo de izquierda: el culto a la personalidad, el divisionismo social, la necesidad de crear una narrativa y castigar a quienes la ponen en cuestión"

Esta nueva ola desacreditadora de los “ingenieros del caos”, que siguiendo conocidos manuales populistas eligen sectores para linchar, promueven la autocensura y desarrollan carnicerías en las redes, no debe sentimentalizarse puesto que es política basura en estado puro. Admito, sin embargo, que toda esta maldad insolente le duele a un veterano como yo, porque esta profesión ha sido durante cuarenta y cinco años su segunda familia, y porque la palabra periodismo ha tenido siempre el mismo encanto y nobleza que la palabra literatura. Uno de esos “ingenieros” —tal vez el más influyente de todos— explicó los otros días en X: “La filosofía de nuestro espacio es simple, inspirada en una verdad elemental de la naturaleza humana, encarnada en un prócer de la derecha nacional: ‘Si me tiran, tiro’. Téngase presente”. No se trata, como se ve, de otra cosa que de responder posibles datos adversos o críticas con violencia verbal y disciplinadora. Para vivir en paz, hay que mirar para otro lado o acompañar con aquiescencia. Es muy gracioso que el León diga además que no le molesta la opinión, cuando tiene una notoria intolerancia estomacal a ser mínimamente objetado. No, amigos, no se trata de verdad o mentira, acierto o error. Para estos personajes, se trata de tirar y de que te tiren, como en una balacera. Y la gran pregunta no es cómo puede ser que Javier Milei incentive ostensible y repetidamente el odio contra la prensa, o que sus adláteres pidan cárcel para alguno de los trabajadores de la noticia, sino cómo han logrado estos reaccionarios de tablón que todo esto no se transforme en un escándalo de proporciones. Todos deberíamos reflexionar un poco más acerca de nuestra responsabilidad en este punto; también esos segmentos sociales que han hecho un pacto con el diablo. Por ejemplo, los que ovacionaron estos días al Presidente en un foro de empresarios y financistas mientras éste vapuleaba desde el atril a “ñoños republicanos”, “ensobrados” y “mandriles”. Hoy el Nuevo Dueño de la Verdad —quien determina con arbitrariedad absoluta dónde está el bien y el mal, quiénes son probos y quiénes réprobos, qué es apócrifo y qué es genuino— sólo ha concentrado su lluvia ácida en esos “mitómanos” y “fabuladores” que narran sus peripecias, pero llegará el día en que otros blancos móviles serán igualmente elegidos. Ya conocemos lo que sucederá entonces, simplemente porque ya ha sucedido. Veremos a empresarios hostigados y temerosos de la industria o el campo tomando café con algún miembro de la fiel infantería y procurando que el periodista valiente cuente sin dar nombres lo que esos sujetos —hoy indolentes— no tienen los cojones de contar a cara descubierta. Será demasiado tarde. Los pactos fáusticos siempre se pagan.

El populismo de derecha tiene similitudes con el populismo de izquierda: el culto a la personalidad, el divisionismo social, la necesidad de crear una narrativa y castigar a quienes la ponen en cuestión; también la generación de fanáticos ciegos. Cuando el emperador “marca” desde la cumbre a los enemigos de la patria o la libertad —elijan el significante vacío que quieran— cualquier infeliz inorgánico o lobo solitario puede sentirse impulsado a pasar a la acción directa. Es cuando los chistes tuiteros se manchan de sangre y cuando queda claro quién es el máximo responsable político de todo este drama. Ya ocurrió con un editor kirchnerista, que fue increpado y golpeado salvajemente hace una semana, horas después de que el primer mandatario dijera que los periodistas son mentirosos y se quejara de que la sociedad no los odia lo suficiente. Sus deseos son órdenes, César. Cuidado, porque se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las desatendidas.

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*Artículo publicado en el diario La Nación de Buenos Aires

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Francisco Brun
3 ddís hace

Libertad de expresión y derecho a la información; eso es lo que debemos exigir con contundencia a todos los gobiernos de turno. No tienen derecho a ocultar ningún tipo de información que se le requiera, porque estamos en democracia, no en una dictadura.
Tienen que responder a las preguntas periodísticas una y mil veces, sin ponerse nerviosos, ofuscados o molestos. El derecho de los ciudadanos, lo hayamos votado o no, es saber todo lo que tenga que ver con la gestión de gobierno, las cuentas públicas, las políticas que se quieran aplicar, las cuales deben de ser explicadas con amplitud y claridad. No me refiero al chusmerio de alcoba, que a nadie interesa, excepto en el caso que se denuncie por violacion o abuso sexual, como es en los casos de José Alperovich y Fernando Espinosa, verdaderas “joyitas” de la política Argentina, que dicho sea de paso nadie que yo sepa va a un calabozo, en el peor de los casos se les da una domiciliaria en alguna mansion con pileta climatizada comprada con el sudor de nuestra frente.
Y agrego que un gobierno elegido en democracia, como el de Milei, no son personas que han bajada de una nave espacial desde otro sistema solar, que puedan argumentar que desconocen el contexto político Argentino, y entonces, como la lamentable situación previsional, es la responsabilidad de gobiernos anteriores, ellos no pueden hacer nada…¡perdón!…Señores, que miles de jubilados mueran en la indigencia, sin siquiera poder dar una vuelta manzana para disfrutar de una caminata porque los matan, no puedan comprar medicamentos o comer dignamente, es a partir de asumir el poder, SU RESPONSABILIDAD PLENA Y ABSOLUTA.
A ver si nos entendemos Milei, tu hermana y la madre que los parió; ser engreído es una de las falencias que suelen tener las personas sin cultura, sin sensibilidad. No se es estadista por solo tener la capacidad y los conocimientos para solucionar los aspectos económicos de un país, con la fórmula más vieja que la injusticia de no poder gastar más allá de lo que ingresa. Ser un estadista es aquél que posee una amplia visión de los miles de problemas de un país y encontrar el camino sinuoso y complejo, tejiendo una red de alianzas internas y externas, para encarrilar las cosas. Por lo poco que se observa la cancha sigue inclinada para el lado desfavorable curiosamente de los ciudadanos de menores ingresos. Y la red que supuestamente se debería estar tejiendo tiene aún enormes agujeros como la educación, la salud, la inseguridad, la infraestructura, la enorme carga impositiva, el transporte.
En fin, colocar al periodismo como uno de los problemas de Estado, evidencia una falta total de conocimientos de lo que significa la palabra República. Situación de la que aún estamos a años luz de distancia.

Francisco Brun
23 horas hace

Carlos Arce y Sonia Decut; estos senadores votaron en contra de la ley de ficha limpia que hubiera impedido que personas imputadas en causas judiciales, es decir los corruptos, puedan ocupar cargos públicos nacionales. Esto que es un hecho obvio, aquí en nuestra Argentina no lo es, es a la inversa, cualquier delincuente, hombre o mujer como es el caso de Cristina Kirchner, puede llegar a ser presidente con toda comodidad y seguir robando, ¿para qué otra cosa un corrupto quiere obtener poder?.
Pero además, esto que ha ocurrido, me ha provocado más allá de indignación y tristeza, reconocer que Argentina se encuentra lejos de ponerse de pie; continuaremos con nuestro derrotero de decadencia, inmoralidad y pobreza extrema.
Pero agrego que esta situación tiene responsables, son dos hombres, Milei y Macri, por no saber, por no querer o por no poder. Ya no importa, ninguno de ellos han sido, son o serán hombres de peso, solo son engreídos y arrogantes personajes que serán recordados en la historia Argentina cómo políticos incapaces de ponerse de pie frente a el cáncer Argentino de siempre, la poderosa estructura política de corrupción.
Pero esto en particular, a mi edad no me asombra, porque la corrupción Argentina es moneda corriente, y tiene que ver con idiosincrasia humana, son aquellos que consideran que la vida solo es posible si se tiene poder y dinero; viven cada uno de sus días pensando y actuando en ese sentido, son la heces de civilización, que no tienen inconveniente en enviar al matadero a seres humanos incluso a los ancianos o a los niños.
Por esto esos votación que sin duda ha sido armada con mucha anterioridad, justamente, no cambia nada. Todo sigue igual bajo el sol.
Excepto por algo que sí podemos hacer los ciudadanos. Así como los corruptos nos han robado la seguridad y el futuro de nuestros hijos, nosotros podemos con autoridad moral, autoridad moral que ellos no tienen, quitarles su libertad…sin encarcelarlos, no es necesario, solo tenemos que impedirles que caminen por nuestra misma vereda. Nos tendrán que dar paso a nosotros, los ciudadanos que trabajamos honestamente, no es necesario portar armas o utilizar la fuerza, sólo necesitamos poner el cuerpo aunque nos quieran matar, sin miedo. Solo son cucarachas inmundas, y ya conocemos sus caras y sus nombres.

    OSZAR »