Un periodista y un juez de instrucción investigan la muerte de un diputado opositor al Gobierno. Hasta las últimas consecuencias. La trama salpica a altos cargos militares y policiales que acaban, posteriormente, instaurando una dictadura donde son perseguidos y eliminados los testigos e investigadores del magnicidio. Z (1969) es una película franco-argelina de Costa-Gavras, basada en la novela homónima de Vassilis Vassilikos sobre el asesinato del político griego Grigoris Lambrakis, ocurrido en el año 1963: “Todo parecido con hechos reales y personas muertas o vivas no es casual. Es VOLUNTARIO”.
Contó Costa-Gavras que entonces Semprún estaba tan involucrado en la lucha antifranquista que las llamadas que recibía eran tan constantes que no podían concentrarse en el trabajo. Tuvieron que encerrarse en una habitación sin teléfonos para poder darle forma al guion definitivo. Luego llegarían La confesión (1970) y Estado de sitio (1975), convirtiéndose en un guionista fundamental en la obra del director griego-francés. Antes había colaborado con Alan Resnais en La guerra ha terminado (1966) y lo volvería a hacer en Stavisky (1974), solo por citar a dos de los directores más destacados con los que trabajó como guionista.
Ya entonces Semprún había dejado de ser Jacques Grador, Federico Artigas, Agustín Larrea, Rafael Bustamante, Camille Salagnac y Federico Sánchez, las máscaras que le daban protección durante su etapa en la clandestinidad. En 1953 llegó a España bajo estos nombres para reconstruir el PCE, reclutando para el partido a personajes que luego serían determinantes como Fernando Sánchez Dragó, Enrique Múgica, Javier Pradera o Ramón Tamames.
Se había hecho comunista y había vuelto a España, como un espía con mil caras. Nieto de Antonio Maura e hijo de un diplomático republicano, la guerra civil lo convierte en un doble exiliado en Francia: político y cultural. Estudiando filosofía en La Sorbona se convierte en miembro de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial. Los nazis lo detienen en 1943, con tan solo veinte años, e ingresa en el campo de concentración de Buchenwald.
Allí, el primer día, un prisionero alemán que lleva el registro le salva la vida: cuando se identifica como estudiante de filosofía el accidental administrativo hace caso omiso y lo inscribe como “estucador”. Décadas más tarde, cuando visita de nuevo aquel centro del horror, podrá comprobar cómo los intelectuales eran ajusticiados nada más llegar al campo. Tras dos años de interrogatorios y torturas, en abril de 1945 fue liberado por las tropas norteamericanas del Tercer Ejército del general Patton.
Aquella experiencia, que marca toda su existencia, la pondrá en negro sobre blanco en El largo viaje (1963), su primer gran libro, que es traducido a multitud de lenguas tras alzarse con el premio Formentor en 1964. El galardón, en cuyo jurado estaban Carlos Barral, Gallimard y Einaudi, supuso su salida de la clandestinidad: su verdadero nombre sale en la prensa acompañando a su rostro y poco después Santiago Carrillo lo expulsa del partido por disentir de la línea oficial. La novela, pese al éxito, acabó publicándose en español en México, ya que el franquismo no podía permitir el triunfo de un exiliado que, encima, llevaba años burlándose de su policía.
Desde entonces se centraría en la Literatura y el Cine. Otras de sus grandes obras, consideradas fundamentales en la literatura testimonial europea, serán Aquel domingo (1980) y La escritura o la vida (1994). Más conocida en España sería la Autobiografía de Federico Sánchez (Premio Planeta 1977), que narra su militancia y su ruptura con el comunismo, y especialmente con Carrillo, y Federico Sánchez se despide de ustedes (1993), donde relataría su paso por el Ministerio de Cultura entre 1988 y 1991, durante el gobierno de Felipe González, una época en la que acabará enfrentado a Pilar Miró y al todopoderoso Alfonso Guerra: “es una persona que cree tener opiniones culturales”, declaró en una entrevista.
Escritor de la memoria, aprendió de Primo Levi, superviviente del Holocausto como él, que la Literatura es un acto de resistencia y un deber para con las víctimas. Pensador y hombre de acción, concibió el ejercicio intelectual como un sacerdocio en el que la vida y la obra son la misma cosa.
Qué grandísimo escritor fue Jorge Semprún. Felicitaciones por su resumida visión de un verdadero intelectual.